Había una vez un tipo de 21 años que, como estudió en un colegio bilingue, sabía hablar inglés. Este tipo siempre quiso estudiar medicina y, a pesar de que algunos creen que es difícil, pudo entrar a la universidad que quería a estudiar lo que quería. En el primer año tuvo un par de contratiempos acostumbrado como estaba a no estudiar ni esforzarse mucho, pero pudo superarlos. Esto hizo, sin embargo, que se atrasara un semestre y por eso un año, pero no importaba mucho. Cuando, en su tercer semestre pudo por fin llevar materias de segundo año -y por lo tanto de medicina ya que el primer año son ciencias básicas y otras nimiedades- estaba muy feliz. Por fin iba a poder llevar Anatomía, que era casi el motivo de querer estudiar medicina en primer lugar, aunque claro, también estaba el querer ayudar a otras personas a mejorar su calidad de vida y todo eso, pero nada era tan emocionante como poder disecar cadáveres. Anatomía, claro está, lo pasó con muy buena calificación, aunque no se puede decir lo mismo del otro curso que estaba llevando: Bioquímica… pero bueno, todo eso es ya agua bajo el puente. Continuemos.
Este personaje volvió a tratar de pasar Bioquímica un par de veces sin lograrlo y, aunque sí aprobó otros cursos de la carrera, al final decidió cambiarla. Los motivos que impulsaron ese cambio no siempre fueron claros, siempre se creyó que fue una mezcla de darse cuenta de lo patanes y llenos de sí mismos que están los doctores y algunas otras cosas que pasaron que le hicieron perder fe en las personas y en su deseo y capacidad de ayudarles (principalmente porque la mayoría no quiere ser ayudada). Todo esto, como dije, lo motivó a buscar otro camino, uno tal vez más interesante. Contempló sus opciones (ya que el traspaso de carrera no iba a ser problema por la nota de admisión que había obtenido unos años antes). Pensó en Física, aprender cómo funciona el Universo; Matemática, aunque no sea lo más lucrativo que existe; alguna ingeniería, como una mezcla de Física (que viene siendo simplemente matemática un poco más interesante) y aplicaciones prácticas para la vida. Sí, eso era, al final decidió pasar a estudiar Ingeniería Mecánica (principalmente por ser la única que hace cosas que se mueven ya que la civil procura que las cosas no se muevan, eléctrica solamente mueve electrones, química… no, industrial aburre, etc…) Hizo todos los trámites necesarios, fue admitido, y oficialmente estaba matriculado en las dos carreras. Al principio (como seguía arrastrando un mal promedio ponderado) no pudo matricular mucho (aparte que tenía mucho sin estudiar entonces matricular mucho no podía ser buena idea, había que volver a comenzar poco a poco) y por otros motivos (cirugía dental), aunque estaba motivado, abandonó el único curso en el que le había ido bien en años (Álgebra Lineal). Mal hecho.
Podemos ver que no iba por muy buen camino… académicamente (ya que personal y socialmente nunca había ido por uno bueno… principalmente porque no le importa) por lo que decidió darse un tiempo y buscar trabajo. Siempre se rehusó a buscar trabajo en un call center principalmente porque todos le decían que era una buena idea, al final presentó solicitudes en algunos de ellos pero no tuvo éxito porque aparentemente su inglés no era muy bueno (aunque él insiste que pretender evaluar el conocimiento de un idioma diciendo «Dígame algo de usted» es tremendamente estúpido cuando el entrevistado no podría «decir algo de sí mismo» ni en su lengua materna ¡porque simplemente no sabe qué decir!).
Un cierto día (como todos los lunes y domingos que es cuando más anuncios de trabajos salen en el periódico) vio un anuncio de una compañía de interpretación y le pareció buena idea. Visitó el sitio en internet, aprendió de qué se trataba el trabajo, y se decidió a enviar la solicitud y su (reducido) currículum. Un tiempo después lo llamaron y le ofrecieron una entrevista, todo parecía ir bien y, aunque estaba nervioso, se preparó para la entrevista (y por ‘preparó’ quiere decir simplemente esperó). Luego de una entrevista telefónica, una cara a cara, y otra más por teléfono (en las que aprendió cómo era el trabajo y que, a pesar de ser en un call center era diferente) por fin lo llamaron para que fuera a una reunión… justo dos días antes de que volviera de un viaje al extranjero. No podía creer su pésima suerte y, aunque le dijeron que lo tomarían en cuenta para más adelante, estaba seguro que había perdido su oportunidad.
Luego de volver de susodicho viaje, casi un mes después de haber regresado, lo llamaron y le informaron de otra reunión. Esta sí que no se la perdería por nada del mundo ya que segundas oportunidades no suceden muy a menudo en esta vida. Bueno, para resumir, fue a la reunión, luego al entrenamiento y de verdad lo contrataron. Ahora era un intérprete. Todo fue bien por varios meses, luego recibió el entrenamiento para llamadas médicas, financieras, de seguros y, su favorita, de 911. Entonces sí que se puso bueno. Unos 8 ó 9 meses después de haber entrado, comenzó a aburrirse del trabajo. Se sentía estancado. Intelectual, moral, personal y profesionalmente hastiado, por lo que comenzó a considerar renunciar porque, aunque la paga fuera buena, no valía la pena el sacrificio. Sin embargo aguantó unos meses más porque quería ahorrar un poco más antes de entregar la carta de renuncia. Tuvo vacaciones. Se fue de viaje de nuevo. Gastó parte de sus ahorros y entonces decidió trabajar medio año más para ahorrar y luego irse.
Antes de tener tiempo de llevar a cabo su plan, la compañía inició un proceso de acoso para con los trabajadores relativo a la asistencia (la cual nunca fue su fuerte) y en cuestión de tres meses recibió una amonestación verbal oral y luego otra escrita, no totalmente legales por motivos que no eran de su conocimiento en ese momento pero bueno… Lo importante es que junto con la amonestación escrita (que de paso amenazaba con el despido) la compañía le robó el bono de desempeño (que representaba una quinta parte de su salario) aunque su desempeño nunca desmejoró. Todo esto (y otras cosas que luego tal vez explicará) hizo que se decidiera a escribir una detallada carta de renuncia para darle un pedazo de su mente a la compañía y al mismo tiempo renunciar en (pequeña, casi insignificante) señal de protesta. Luego quizá podamos tener una copia de su carta de renuncia.
El lunes pasado nuestro personaje presentó su carta de renuncia con una sonrisa en el rostro y deseo de venganza en su mente. La gerente de recursos humanos pareció tomársela de mala forma aunque no era (del todo) algo personal, pero la ‘jefa principal’ (a quien siempre le tuvo respeto) sí se lo tomó como debía hacerlo, sin sentimientos ya que era una relación laboral simplemente. Ahora solamente le queda trabajo hasta fin de mes y luego de eso dos meses para pesar en el futuro y tratar de arreglar lo que le queda de vida. Ya no va a ser intérprete, al menos para una compañía, pero la experiencia de serlo por 15 meses siempre estará con él. Vamos a ver cómo le va.
.he.
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